domingo, 21 de junio de 2009

Esas almas anónimas averiadas

        "El infierno hay que cruzarlo solo.
        Si llevas a un guía, tendrás de pagarle, y tarde o temprano se te acabarán las monedas -tu infierno se hará basto para que así sea-.
        Si llevas a un amigo que te acompañe, lo atravesareis, sin duda, y hasta se hará llevadero el viaje…
        Pero entonces el infierno tendrá que repetirse más adelante.
        Y así lo hará una y otra vez hasta que lo cruces solo.
        Completamente solo."


        Pensaba en esto mientras corría, en la noche, entre semáforos y chiringuitos, entre el sonido de los coches rezagados del día, salpicado por el tintineo de los mojitos, y el rumor de las olas del mar tamizado por el fuego de las sardinas.

lunes, 8 de junio de 2009

Encontrado en algún soporte con memoria

        Me vuelven las palabras a la mente mientras subo la cuesta. Ha sido un día magnífico: He escrito, he hecho collages para algún regalo, he comido con buenos amigos en el campo que apenas empieza donde acaba esta ciudad sin periferia… desde nuestro minúsculo prado colgado de una ladera, se veía en frente el sacromonte, y abajo la catedral, la ciudad atardeciendo, enmarcada por la Alhambra y el Albaicin… ahí es nada. Ensaladas varias, quesos de la última vez, patatas, chapata respirar el campo abierto a solo 200 metros del mundo… de lujo. También he tenido un accidente increíble con mi lavadora, en el que un rollo de papel higiénico que debió hace una semana dentro del bombo ha sido desintegrado y se ha extendido en un curiosos estampado de virutas blancas por todas mis camisetas y mi ropa interior. Del rollo no ha quedado nada, excepto un flácido pedazo de cartón. Son cosas que me ocurren a veces, cosas ridículas, engorrosas e inesperadas… pero son las cosas que me ocurren a mi, y en el fondo, me hacen sentir especial.
        Subo hacia casa cansado ya, con el corazón tranquilo en comparación con la energía que me dan las mañanas y con la que iba a embarcarme a escribir cuando recibí tu email… y ahora que llego satisfecho y jadeante, me vuelven las palabras a la mente.
        Vayamos a Londres… y me doy cuenta de que las he escuchado como quien escucha el estribillo de una canción, como si no me estuviesen diciendo vayamos a Londres sino esas cosas que se dicen a veces cuando no se puede decir de otro modo, una metáfora, qué se yo. Una idea sencilla y abstracta como un grito de guerra. Una frase ahí puesta, y firmada por ti. Y así voy y me posiciono y casi puerilmente me lanzo, te vapuleo, te suelto la mía, continuo con esta divertida manía de llevarnos la contraria y filosofar juntos, sea a duo o por rounds, que sigue siendo un gran placer. Ahora llego a casa y me doy cuenta de que quizá ya no somos aquellos dos enanos que no se podían tomar en serio más que en clave de sueños, en su mundo poético lleno de entresijos y laberintos que cuesta su tiempo construir pero que ahí quedan. Paso frente a mi balcón y de pronto me pregunto si era efectivamente el estribillo de tu canción, una imagen que te retrata, un estado de ánimo… o simplemente una carta que llega diciendo que nos vayamos a Londres, donde al parecer, todavía te empeñas en mantener secuestradas tus esperanzas de que todo es posible.

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