domingo, 20 de abril de 2008

My stranger in the night.

Vuelvo a casa, tarde en la noche, como un sábado más… un casi domingo más. Hoy no vengo de los mismos antros, ni de la misma música.

En el coche el vaho empieza a curarse. Tus palabras escritas de advertencia desaparecen para acechar tras el vaho y aparecerseles a otras posibles amantes. El paraguas vuelve a ser un monoplaza, un simple instrumento y no una dulce excusa para apretarte contra mi.

Por el camino desde el aparcamiento las gotas de lluvia parecen ir disolviéndo toda esta historia. Y el chasqueo de los zapatos, en esta tierra de sequía, no colabora menos: es un ritmo alegre que me mece y vela lo demás. Cuando llego a la puerta del portal parezco ya muy lejos del momento en que te dejé, apenas diez minutos antes.

-Casi nada.

-Solo miles de años luz.

-Cuando me di la vuelta y crucé a oscuras el jardín por donde ya nunca paso, una vida anterior me observaba desde la penumbra. Al ladrón, parecían decir. Yo me alejaba. Aquí no ha pasado nada, mi amor. Que nos echen un galgo. Ya somos inalcanzables. Les daremos la vuelta a los bolsillos y reiremos con las manos en alto-


La lluvia arreciando sobre el parabrisas, una ambulancia al pasar como una oveja perdida, esta curva que ayer no parecía tan cerrada… minúsculas historias hacen el resto. La calle desierta hacia el portal.

Pero al entrar en casa, el viernes me habla aún. Un corillo de objetos murmura, canta bajito (¿y no es Sinatra?, esos cabrones), sábanas revueltas, mantas arrojadas, copas sucias de las que sube el olor a champán avinagrado al calor de una larga mañana, tazones de metal, algún grano de chocapic que cruje bajo mi suela húmeda, una fuente, profunda y vacía, con dos tenedores en su interior.

Un cansancio dulce me dice no recojas ahora, mañana ya fregaras... y lo harás silbando.

El lunes te preguntan siempre qué hiciste el fin de semana. Si yo les contara, tardaría tanto que antes de acabar un simple un resumen ya estarían intentando callarme de la envidia y la vergüenza… cortándome con cualquier comentario, desviando ese sentimiento de culpa que le da a uno en presencia de la libertad y del mundo del que Ikea, el pack de vacaciones, imagenio y esos enormes televisores comprados a plazos parecían protegernos a todos... Un mundo que ayer empecé oliendo tus hombros, sobre unos cojines.

Vuelvo a casa, tarde en la noche, como un sábado más…



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