martes, 19 de septiembre de 2006

Breve comentario de una pequeña maldición portatil

La ilógica no es absurdo, por mucho que insistan. Lo que pasa es que tienen miedo a mirar. A mirar y ver.
Los espejos son la policía de todo esto, reflejan la forma y el color, vaciando el mundo de lo demás, del tacto, de los sabores y los olores, de la duda, de la ilusión, de la mentira, del amor y del odio, del miedo, de la impaciencia, del silencio de todas las electricidades que ordenan que se ponga la piel de gallina, de los impulsos envían las lágrimas a los ojos o la sangre a la polla para levantar una erección imponente... Es cierto que podrán llevarse la imagen, pero es solo la superficie, apenas el pequeño territorio de la luz visible, un mundo en el que los 5 sentidos quedan reducidos a la mirana...
Sin embrago, hay un modo de unir estos dos mundos, un modo de ver lo demás, o más terrrible aún, de sospecharlo: basta con acercarte mucho y mirarte a los ojos un rato. Probablemente no lo consigas mucho tiempo: al poco, de miedo, del vértigo a nuestra propia proximidad, todos acabamos apartando la cara.
"No ha sido nada", te dices, alguien entra al baño de la facultad y tu disimulas. Haces como que te estabas mirando un grano o una vieja cicatriz, pero al salir te das la vuelta y ahí estás, mirándote desde la puerta con el subidón aún fresco de este primer pulso.
A veces, cuando me intento mantener la mirada unos minutos, me da por pensar en Dorian Grey. Luego me imagino que veo algo de verdad, que me vuelvo loco y tienen que encerrarme para siempre.

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