sábado, 15 de abril de 2006

Sistemas de referencia.

Rodríguez, que te veo



         Cuando escribo me siento bastante vivo, pero, curiosamente, es como si el tiempo parara. A mi alrededor todo se convierte en un tejido abstracto, como si no fuera más que el estampado del momento que me vuelve, tan real y tan hortera como un poster de jevi metal: mero paisaje, una habitación, unos objetos, la imagen bucólica de un tipo que escribe… o no tan bucólica quizá… -reconozco que a veces me he excitado mucho, incluso llego que levantarme de pura excitación y a escribir de pié, alejándome y acercándome a la pantalla, balanceándome sin separar las manos del teclado-... la música misma se vuelve parte del ambiente, un murmullo de fondo, hasta que ni siquiera distingo los vacíos entre canción y canción
         Podría decir que el tiempo se para, sin embargo, lejos de detener la vida, esos momentos son de los que más vivo me hacen sentir. Como si la vida existiera antes y después de cada uno de esos textos. Me pasa igual con los viajes y con ciertos libros. Virginidades varías: virginidad de Estambul, virginidad de Nueva York, de Cádiz o de la Sierra de Víznar, virginidad de Neruda, de Carver, de Henry Miller, virginidad de Rayuela (y cómo envidio a los que todavía no lo han leído)…
         La sensación del tiempo es curiosa: cuanto más lo posees menos consciente eres de él (un niño, por ejemplo, que lo tiene todo por delante, o un adulto que a encontrado la manera de apropiarse de él haciendo lo que más quiere, librándose por un Instante de esa corriente macabra que todo lo arrastra).
         Sin embargo cuando caes en la cuenta del tiempo es cuando menos parece hacerte caso, cuando menos parece tener nada que ver contigo: el tiempo, su materia untuosa se te escapa, como tierra seca entre los dedos… O no bien se detiene y te sientes estancado: El tiempo duele, entonces, como un hermano con el que te llevaras mal.
         Pero cuando escribo, cuando tengo un instante así, cuando logro echarle el lazo como a una cabra salvaje... nunca he tenido claro si es el tiempo lo que se detiene o soy yo el que sube por un momento al tren. Y ya puede verlo pasar todo, el paisaje, la habitación, la misma canción una y otra vez en el winamp -que despues de todo es también una forma hermosa de medir el tiempo-… que a mi me importa un pito, como el que oye llover.

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