martes, 26 de diciembre de 2006

Hiperpost

        A veces miro atrás y me admiro a mi mismo. Creo que he perdido la inocencia con esto de los blogs. Ya no escribo como antes. Pero no es solo la inocencia, muchas cosas han cambiado. Una de ellas, sin ir más lejos, es que creo que mi padre lo lee (anda papa, échate un comment y sáca a tu pequeño Kalel de las dudas, que esto es como mirar a través del plomo). Yo he intentado, más que menos, mantener el blog en un territorio semisecreto. Más que nada por preservarme algunas libertades de una inevitable autocensura.
        A veces miro atrás y me admiro a mi mismo. Suena presuntuoso. Lo diré de otra forma: a veces miro atrás y no me gusto a mi mismo. Por lo que soy ahora, por haber perdido ciertas habilidades, por haberlas descuidado.
        Seré sincero. Creo que más de uno sabe que yo quería ser escritor. No de esos que comen de la literatura –dios me salve-. Simplemente un escritor de esos que la gente sabe que escribe por que se lee, de esos que llevan el amor por las palabras como parte de si. Yo adoro las palabras y me gusta expresarlo. Y el que a la gente le llegue no es tanto que lo sepan, como que no me quede sólo con una afirmación más de tantas. No creo en absoluto en que se escriba para uno mismo. Bueno, igual tu si… pero yo no puedo escribir para mi mismo.
        Dije que sería sincero y ya os estoy mareando. ¿Por qué escribir tan pocos posts y tan insulsos?¿Por qué el Sindicato de Tamagochas Cabreadas me lanza un ultimatúm? No creáis que no me lo esperaba. Lo tengo bien merecido.
        Desde hace no más de un año, he estado metido en talleres de escritura y concretamente en talleres de relatos. Allí me ha sido revelada una pequeña verdad… Yo no escribo relatos. Ni cuentos. Nunca he escrito más de 14 páginas, pero ahora descubro que lo que escribo tampoco son relatos cortos. ¿La poesía? Arrumbada… como el scalextric en el altillo de muchos de vuestros armarios (por cierto, estoy loco por uno ¿qué me pedís por él?). Pero cuentos cortos no.
        ¿Qué escribo yo entonces?.. ¿Aparte de Cuadernos personales, memorias para algún proyecto de arquitectura… y… mmmmm… ¿POSTS?.
        No veáis si me dolió aquello. Menudo complejazo. Por que yo quería hacer lo mismo que tanta gente que admiro y de vez en cuando publican algún relatillo… en papel, que perdura, se puede tocar y pasa de mano en mano. Porque es bonito ver su trabajo, recibir la historia y pensar: mira, este payo ha buscado en su cabeza y ha salido este trozo de tiempo. Para mi la literatura es sobre todo eso: tiempo. Y el tiempo a solas… bueno, pues No Tanto, que me empacha, gracias.
        Me he pasado desde entonces intentando aprender (si aprendí algo no me toca a mi decirlo) a pensar como se piensan la historias de hoy, a someter la narración a las reglas del cuento moderno: personajes, narradores, cámaras, tiempos… me he quitado como un niño malo de mis horribles vicios que según esas reglas no me llevarán a ningún sitio como cuentista: mi mariposeo, mi adjetivación e intimismo epatante y vitalista, mi anulación del tiempo, mi manía por deshilar todo que puedo sacar de una acción que en verdad no os voy a contar en dos páginas al estilo magistral de Carver o Monzó… sino que me voy por las ramas como una ardilla. He repasado. Me he autocriticado. He agachado la cabeza ante la evidencia. Y todo esto ha afectado a los posts. He bajado la guardia. Me he quitado las energías. He echado leña a otro fuego, lo cual está muy bien… siempre que no te quites de tu propia leña, que no te amedrentes, que no te amanses.
        Un día, en una entrevista para entrar en un taller que estoy haciendo ahora, el tipo me peguntó qué escribía yo. Yo le dije que ya no estaba seguro, que relatos no eran, que quizá escenas… quizá posts... Vaya, que por lo que la gente me decía, sinceramente, no sabía lo que escribía. Me pidió que se lo describiera, que le contara, en vez de decírselo, qué escribía. Ah, me dijo al fin, ud. escribe escenas y anécdotas. O algo así… Yo, me quedé tranquilo. Al menos ya se lo que escribo, me dije, aunque me da a mi que hay que ser bueno de cojones para que a un mortal le publiquen su colección de anecdotillas en un librillo.
        Pero esa última reflexión fue como salir a flote asegurándose de haber dejado el ancla bien sujeta en el fondo.
        Hoy he estado repasando el blog desde el principio… Y me he visto y me he dicho hostias, que blog que tengo. Qué posts que escribía. ¿Y Qué tienen?... No mucho: la honestidad de haberlos sin más voluntad que ser lo que son. La sinceridad consigo. La humildad de no perseguir más que su lugar en el universo desde el mismo momento en que los empecé a escribir en casa para ser Post en una cosa llamada Blog que nadie puede tocar pero que está ahí, entre Mi Ciudad, desde de donde yo escribo, y California, donde creo que esta blogger. Y a la vez en tantos otros barios en otras ciudades, desde donde vosotros leéis. Ciudades que están en países. Países que están en continentes. Continentes que vagan lentamente por la tierra,
        Por la tierra que es un astro.
        …Y yo queriendo escribir cuentos. Seré gilipollas.

        Queridas, amadas, Tamagochas cabreadas, compañeras del STG. Queridos lectores. Si, si, tu también. Queridos todos. No voy a prometer nada, que ya nos conocemos. Pero voy a volver a empuñar este teclado, que un día cambié de estrangis por un teclado moderno en la universidad porque me había enamorado de su tacto de máquina vieja, tecleo de películas de los años ochenta, este teclado a caballo entre la primera caja registradora y el último teclado inalámbrico de Microsoft, este teclado en el que tantos posts os he escrito y en el que tantos espero escribir.
        Gracias por tan precioso tirón de orejas en mi cuarto año de bloguero y mi más enorme crisis cyberliteraria. Solo necesitaba esta bofetada en el culo. Después de todo, ¿a quien no le gusta una de vez en cuando? Digo humildemente ¡Ay! y seguimos la cabalgada.

martes, 28 de noviembre de 2006

Buitres

Más de uno vendrá preguntándose cómo es que vengo yo mismo a abrirles la puerta… no, no es que Stéfano esté de vacaciones, ni que lo haya largado, es que la otra puerta la han tapiado. En un descuido, la han robado y han dejado en su lugar un “lo siento pero la dirección www.yesacaragolfillo.blogspot.com ya está asignada.”

Reconozco que el descuido fue mío. Por unas horas solté la dirección mientras seguía con la crisis bloguera que desde hace meses me atormenta… y que alguno habrá notado porque posteo bastante menos y de leer ya ni hablamos.
La cosa es simple, debe haber un grupo de pobres diablos, o probablemente una máquina, que rastrea y hace una lista de los blogs y las páginas de éxito en el google con palabras sencillas (yo era el primer Golfo de la lista). En cuanto un propietario suelta esa dirección, la máquina se da cuenta, se registra en blogger (o donde toque) con esa dirección, y de esta redirecciona al visitante donde a ella le interesa.

Aprovecho para estrenar mi nueva dirección www.golfo.blogspot.com (a la que en verdad no me cambié antes por la misma razón que la máquina me robó la anterior es decir, porque www.yesacaragolfillo.blogspot.com había tomado un buen puesto en los buscadores y sus posts que me había costado), saludando y cagándome en su puta madre, la de sus puto informáticos-esclavos o su putos robots cazadores, y en toda esa gentuza carroñera que acecha en la sombra del ciberespacio.

Por cierto… ya no sois los primeros en el google… A ver si os enteráis: que el hábito no hace al monje, pardillos. Jojojojo.

martes, 7 de noviembre de 2006

Memorias de un fracaso escolar. Dictado.



        A finales de los ochenta hubo unas inundaciones que nos dejaron muchos días sin colegio, aunque no tantos como hubiésemos querido, porque creo esas mismas sirvieron a Don Sebastián para inspirar una de las entradas triunfales a las que ya nos tenía acostumbrados… Nada más atravesando los marcos de la puerta ya había empezado a dictar, como si nosotros no estuviésemos armando la de Dios es Cristo. Sin dejar de hacerlo, entonando con calma pero sin pausa, se internó en medio del mar de niños vueltos sobre sus sillas, bolas de papel, pequeñas peleas y quizá algún juguete o chuchería mal escondida. Y en pocos segundos, antes de que se sentara en su asiento ya nos había derrotado de nuevo. Rendición total y sin condiciones.
        Primeros caídos, los empollones, pelotas o avispados, y alguna histéricas que sacaron los cuadernos echando grititos como si se les fuese la vida en ello… Como últimos resistentes, los despistados, algún entusiasta temerario, y, ¿cómo no?, los peores de la clase, encabezados a veces por mi, y a veces por Sergio Romera, que tardó unos segundos más que yo más en abrir el cuaderno y echarse a escribir… ganándose por unos segundos el liderazgo. En verdad, era de detalles como esos de los que dependía todo nuestro triste reinado…


         “Llueve sobre la tierra del monte y sobre el agua de los regatos y de las fuentes, llueve sobre los tojos y los carballos, las hortensias, los buños del molino y la madreselva del camposanto, llueve sobre los vivos, los muertos y los que van a morir, llueve sobre los hombres y los animales mansos y fieros, sobre las mujeres y las plantas silvestres y de jardín, llueve sobre el monte Sanguiño y la fonte das Bouzas do Gago, en la que bebe el lobo y a veces alguna cabra perdida y que no vuelve jamás, llueve como toda la vida y aun como toda la muerte, llueve como en la guerra y en la paz, da gusto ver llover sin que se sienta el fin, a lo mejor el fin de la lluvia es el fin de la vida, llueve a Dios dar como antes de que se inventara el sol, llueve con monotonía, pero también con misericordia, llueve sin que el cielo se harte de llover y llover.


        …es el parte meteorológico más bonito que he leído en mi vida.” dijo Don Sebastián para concluir.
        Yo asentí por dentro casi como si no estuviese en medio de la terrible tortura -juicio, humillación y ajusticiamiento público- que representaban para mi los dictados. Sergio y yo nos miramos, nos sonreímos, y supe que lo hacíamos por cosas completamente opuestas; no era la primera vez, pero nunca se lo decía. Él era el tipo de chico que hacía amigos con facilidad, los invitaba a lo que fuera, planeaba gamberradas, se hacía buen compinche, y luego un día se acercaba a uno y le daba un puñetazo en el vientre sin mediar palabra (a mi me lo hizo alguna vez, y no veas como jode, te tiras un rato doblado sobre ti mismo). Un hijoputa, pero con quien uno se divertía, hay que reconocerlo. Yo era más bien el que, aunque también se hacía amigos sin problemas, siempre tenía que buscarme a alguien con quien charlar en los recreos porque odiaba el futbol; el que todos (incluido Sergio) consideraban un tonto por tener profesores particulares en casa, aunque luego tenía el cuarto lleno artilugios mecánicos que me hacía con tripas de aparatos, motores de juguetes y latas soldadas, y restos de no pocos experimentos... y en fin, yo era, aquella mañana, el que asintió por dentro a las palabras de Don Sebastián y releyó el texto haciéndosele la boca agua, aunque no reparara ni esa segunda vez en las 14 faltas que había sacado (una más que Sergio, ganándole el reinado por esta vez). Un tipo sensible, sin duda. Y no lo digo para que mojéis las bragas, sino porque era verdad. No solo porque un par de años más tarde, ya a esa edad en que te llenas de espinillas y solo por decir “bonito” en público te llaman nenaza, lo encontrara por casualidad, lo pasara a máquina (ya sin faltas) y le hiciese sitio entre a los recortes de un corcho (entre ellos una foto de un barco hundiéndose, con un supuesto agujero en el cristal de la cámara, dibujado por mi, junto a un rotulito que decía: ¡Nos an dado!... supongo que de la misma época del dictado); si no porque, de hecho, más allá del corcho (que con toda su parafernalia, recortes, dictados y fotos, fue un día a la basura para que mi madre pudiese pintar el cuarto) nunca se me ha olvidado la mañana en que Don Sebastián nos pasó este parte meteorológico tan brutalmente hermoso, camuflado bajo el terror del dictado semanal, como quien pasa una lima escondida en la merienda, a través de los barrotes de la carcel que supone ser El Peor de la Clase… O el segundo, qué más da.

(Personalmente prefiero haber sido simplemente Eso, a que mis padres y psicólogos hubiesen tirado la llave por la alcantarilla, satisfechos de encerrarmee entre las desalentadoras, modernas, técnicas e insultantes palabras “fracaso escolar”...
...Por cierto, el dictado es de Cela, lo he sabido hoy. Pero leanlo bien, cojones, tomense su tiempo, que es lo que yo quería postear).

miércoles, 11 de octubre de 2006

Una pausa para la publicidad.

Biodiesel



Mientras conducía un montón de kilómetros, he pensado mi maneras de escribir este post, mentalmente lo he escrito y releído cada cinco minutos, y nada. La verdad es que este viaje me ha cambiado la opinión sobre los publicistas… es increíble la de formas que hay de decir algo, y la de gentes distintas a las que puede llegar, qué dilema, la virgen, qué infierno… me decía mientras pensaba cómo escribir este puto post y convencer a un montón de vosotros para que hagáis la idiotez (porque aquí el que se compromete, el que da algo gratis, media hora de su tiempo, es el tonto…, gracias señores mayores por la maravillosa Cultura del Pelotazo que nos habéis inculcado), de currároslo un poco más a la hora de buscarse la gasolina.

Y al final he decidido que lo más sencillo es contaros mismamente las razones que yo tengo para buscar y echarle biodiesel al pequeño golfomóbil.

Definición: grosso modo, se trata de diésel fabricado a partir de residuos de aceite doméstico usado, como el del mac donals y los huevos fritos y merluzas rebozadas y demás… así que marujas y marujos de casa, por dios, sepan que ahora somos nosotros la esperanza:

1.-Es ecológico, es bueno para el cielo, la tierra y el mar…. Al menos, además de renovable, no creo que contamine más que los residuos del petróleo que día a día va llenando el cielo del planeta como la cámara de gas en un enorme campo de concentración.


2.- Es mejor para el mundo, más allá de nuestro amor alocado por la naturaleza:
Dada la importancia del petroleo en la lamentable situación geopolítica del mundo, no es ninguna tontería proponer YA maneras de hacerlo menos necesario para las sociedades. Extirpando el cancer que alimenta los motores de la humanidad, nos libramos también de las miserias que la ambición sobre él produce.

...O sea, que no hablamos solo de ecología…

3.-Tus hijos te lo agradecerán. Y los mios también, te lo aseguro.

4.-En suma… si no consumes biodiesel, y puedes (si eres de los afortunados que tienen una gasolinera cerca, dadas las pocas que hay), me pareces sencillamente gilipollas (Y no creas que sois mayoría).

Aquí os dejo la información que he encontrado, la definición del biodiesel, y la lista de gasolineras donde podéis encontrarlo y de puntos de recogida donde poder llevar vuestro aceite usado. Igual esas gasolineras, que son pocas os pillan a media hora de camino, en el pueblo de al lado… pero siendo francos: media, incluso una hora de tu tiempo la pierdes en cosas más tontas cada día, y visto lo visto, ¿qué es media hora al lado de poder pisar el acelerador sin sentirte como un idiota?,

5.-Además es más barato…


*Imagen sin cortesía de Hugo Boss y convenientemente puteadilla para la ocasión, con la ayuda de otras imágenes, todas de internet y cuyo origen he olvidado entre tantos girasoles, tarros de aceite y soldados con pozo de petróleo ardiendo en algún país detruído.

martes, 3 de octubre de 2006

Estampa de verano

So they say you're a troubled boy
Just because you like to destroy
All the things that bring the idiots joy
Well, what's wrong with a little destruction?


Franz Ferdinand, "The Fallen"



         Es entrañable sin duda, encontrar entre la gente un niño chico haciendo castillos de arena. Quizá, hoy más que nunca, lo que lo hace entrañable es lo insólito de encontrarse a un niño haciendo castillos de arena. Será que hay menos niños, será que hay más gente y no se les ve, será que encima les da más vergüenza que antes, que no es bratz enough, que no muere nadie, ni hay que averiguar nada. O será que las playas están repletas de colillas y tapones de crema, y cualquiera tiene cojones de ponerse a jugar en una arena tan asquerosa.
         Pero a veces ocurre (si, todavía, no nos pongamos nostálgicos que eso es pecado), que entre la gente se ve un niño todo entregado al diseño y ejecución de un castillo de arena. Se lleva uno entonces de una luz refrescante y salada. Porque si, porque los niños son así, están aún a salvo de toda esta mierda de la que acabo de hablar, y en verdad pasan los días como cualquier niño… Tostados de puro ocio, con esa tranquilidad, esa inconsciencia de lo chunga que es la vida y que todo adulto cree ver en a niñez, sin recordar lo difícil que es ser niño, cuando, en medio de un saludable día de verano, cualquier cosa te hace llorar y te importa demasiado. Por que, siendo francos, es una cabronada que a esa escala pequeña de un niño, cualquier problema se vuelva un mundo. Tampoco el olvido es fácil cuando eres niño, la vida nos marca como si fuésemos de barro sin cocer… no es cómo una ola, que puede devorar el castillo en un lento lametazo por la orilla, hacerlo languidecer en frío, en un mundo sudoroso y coloreado, lleno de consejos farmacéuticos y suplementos dominicales, consumo dulce, apamplamiento azul, copas con chill-out, belleza a la plancha, 9 euros ración, 4 media… sin pena ni gloria. Ahí, en medio, el castillo de arena con puentes de palo de helado de deshace sin problema. Nada. No, cuando a un niño le pasa algo gordo, un buen revolcón, lo moldea un poco, y puede parecer una tontería, quizá incluso lo sea y en verdad lo olvide pronto… O quizá le quede para siempre un pequeño y receloso miedo del mar. Como a otros nos ha quedado una incomprensible tirria por las abejas… traída por la marea de un día, hace mucho, en que me picaron seis a la vez.
        La otra tarde, fue distinto. Cómo nacida de otra parte del verano vino una niña, también tostada y sonriente, con trenzas húmedas y ojos alargados de gitana. Nosotros charlábamos alrededor de un castillo sitiado por la marea ascendente. La niña se paró en medio. Nos apartamos un poco, como por instinto y no sin cierta expectación. Ella nos sonrió, a un lado y al otro. No dijo nada. Se subió al castillo y lo deshizo a patadas. Mientras lo arrasaba con sus pies de talla 34 no dejaba de mirarnos sonriendo orgullosas. Sus amiguitas, fuera del círculo, nos miraban también sin decir nada. Terminada la obra se bajó de los escombros y se internó en el agua sin volverse. Nosotros nos la quedamos mirando. Lo tenía claro en la vida, esta niña de esas de toda la vida, que van tranquilas por el mundo, siempre seguidas por sus compañeras -que ni siquiera se molestaron en rodearnos al pasar- tan bajitas, tímidas y obedientes.


martes, 26 de septiembre de 2006



        Hace calor, de ese modo húmedo en que el calor se agarra a los días de septiembre. La luz es clara y limpia. Apenas acabo de apagar el pitillo que me encendí al sentarme… Aún indeciso, leo los primeros párrafos del siguiente capítulo, pero es más fuerte que yo: Lo siento Paul, le digo al tipo de ojos saltones que hay en la lengüeta de la portada, sé que solo he leído cinco páginas… -cerrando ya el libro-… pero yo soy un genio.
        Sentado en la hamaca, antes de levantarme, quedo un instante así, mirando al suelo. sigo las líneas de cemento que unen las baldosas de barro hasta que se me pierden bajo una maceta, hasta que, arrepentido, sabiendo que solo lo he dicho para darme ánimos, me corrijo… No, no soy un genio, pero si que soy un tipo que nunca ha dejado de salir airoso de sus proyectos. Y este que tengo entre manos no puede ser menos. Busco mi camiseta arrugada y me pongo de camino al estudio con una sensación del espacio que solo alcanzo a tener con la lectura.
        Leer a Paul Auster me da unas ganas tremendas de contaros mi vida.

martes, 19 de septiembre de 2006

Breve comentario de una pequeña maldición portatil

La ilógica no es absurdo, por mucho que insistan. Lo que pasa es que tienen miedo a mirar. A mirar y ver.
Los espejos son la policía de todo esto, reflejan la forma y el color, vaciando el mundo de lo demás, del tacto, de los sabores y los olores, de la duda, de la ilusión, de la mentira, del amor y del odio, del miedo, de la impaciencia, del silencio de todas las electricidades que ordenan que se ponga la piel de gallina, de los impulsos envían las lágrimas a los ojos o la sangre a la polla para levantar una erección imponente... Es cierto que podrán llevarse la imagen, pero es solo la superficie, apenas el pequeño territorio de la luz visible, un mundo en el que los 5 sentidos quedan reducidos a la mirana...
Sin embrago, hay un modo de unir estos dos mundos, un modo de ver lo demás, o más terrrible aún, de sospecharlo: basta con acercarte mucho y mirarte a los ojos un rato. Probablemente no lo consigas mucho tiempo: al poco, de miedo, del vértigo a nuestra propia proximidad, todos acabamos apartando la cara.
"No ha sido nada", te dices, alguien entra al baño de la facultad y tu disimulas. Haces como que te estabas mirando un grano o una vieja cicatriz, pero al salir te das la vuelta y ahí estás, mirándote desde la puerta con el subidón aún fresco de este primer pulso.
A veces, cuando me intento mantener la mirada unos minutos, me da por pensar en Dorian Grey. Luego me imagino que veo algo de verdad, que me vuelvo loco y tienen que encerrarme para siempre.

sábado, 9 de septiembre de 2006

Nana

        Ayer estuve trabajando 24 horas seguidas. me levanté a las 8 con la seguridad de que no descansaría hasta enviar los resultados... y a las 8 de esta mañana encendí un cigarro para celebrar 70 horas de trabajo tallando y vistiendo la geometría de un edificio en ruinas para hacerlo aparecer como nuevo. Cuando miro estas recreaciones virtuales me parece ver a través de ella como una seda rígida y fría. En todo el día, solo comí chocolatinas y un bocadillo, pero cociné. Cociné para Quintín. El bicho está casi sin dientes, no puede masticar su pienso, así que cocinamos algo para él. En general lo mismo que para nosotros. Hoy Quintín y yo hemos comido espaguettis a la boloñesa. Luego me he sentado en el primer escalón... ”ven aquí, barbaroja" y me he reído de sus gruñidos y sus dientes amenazantes y sus intentos de esquivar la servilleta con la que lo limpiaba. Con los gruñidos de los perros me pasa igual que con los niños pequeños: pienso que es su voz, es lo más cercano, por el momento, que tengo a la voz que usarían el día que empezaran a hablar. Es como ver vacía la bolsa que un día contendrá sus intenciones. Quintín lleva 15 años sin mediar palabra. Pero su voz es cálida, se parece más a la de un niño de 13 años que a la del cachorro que llegó. Es todo lo que sé, y siento que lo quiero mucho cuando escucho esa voz, su modo de decirme que deje de tocarle los huevos con la puta servilleta. Anoche mientras me comía el bocata le hice unos fideos para mezclarlos con trocitos de jamón. Comida de estudiante Quintín, si la pasta está pasada no te quejes, es para que esté blanda y puedas masticar. Cocinar para él lo hace más humano, después de todo, no es echarle de comer... es más bien como cuando viene alguien a cenar, procuras que esté bueno, miras el reloj mientras el agua hierve, te preguntas si es la dureza adecuada, el momento preciso, mezclas para repartir las proporciones, con cuchara, con las manos si hace falta, qué más da, no te ven.
        Luego volví sobre las maquetas, mi compromiso de arqueología en 3d. Los días de trabajo hasta el amanecer me dejan tan exhausto que ni siquiera puedo dormir. Es más, ni siquiera tengo fuerzas para percibir mi cansancio y una extraña ligereza me invade de los pies a la lengua, puedo subir 10 pisos sin darme cuentas y apenas consigo callarme. Así paso el día, como un zombi nervioso, torpe y veloz, tropezando con todo, confundiendo palabras y botones, piso equivocado, Off, 450watts, colgar.. En verdad esos días son tan fastidiosos como un jet-lag sin haber viajado... me los paso esperando que llegue la noche para acostarme y subir al tren del horario habitual. Quizá es eso lo que me excita, la espera. Hoy sin embargo hemos decidido ir a ver La Joven del Agua. Cuando conducíamos de vuelta comentando la película todo felices ya sentía dentro de mi el sueño esperándome sin armas, el zombi se había perdido en algún lugar de la cámara oscura, los botones, los vasos volcados sin querer, el cigarro en una mañana en la que no te responden los párpados, "cerraos hostia”, la maqueta tan lejos como la servilleta cuando Quintín se pone panza arriba para que lo acaricie jadeando entre sus bigotes limpios.
        A veces todo lo que necesitas es una fábula.

viernes, 4 de agosto de 2006

Walking or Don't walking around.

 

      Se me hace increíble la soledad, cuando de vuelta a casa, muy de madrugada, en los cruces de las carreteras más grandes, se abren los semáforos, igual que durante el día, y no pasa ningún coche.
        Se vuelven a cerrar
         Y vuelven a abrirse
         Se vuelven a cerrar
         Y vuelven a abrirse
         Pero a mi me da igual: cruzo el asfalto vacío iluminado por las galletas verdes… cuando doblo la esquina los siento cerrarse de nuevo
         Y volverse a abrir
         A mis espaldas, como una respiración eléctrica
         Algún gallo canta y el sonido de la verja al cerrarse es como un chirrido que se ha colado aquí abajo, mezclado con la arena del día siguiente.

viernes, 21 de julio de 2006

I Jornadas de convivencia, encuentro cultural y reflexiones sobre los Baños del Carmen


No sabíamos cómo iba a salir esto , lo que si intuíamos es que al final no iba a dejar de sorprendernos. Y vaya si lo está haciendo. Siempre he tenido ciertos prejuicios con la palabra convivencias, debido a una pequeña fobia que tengo desde pequeño a las colectividades y sobre todo a los colegios de monjas. Pero creo que, después de esta experiencia, la palabra convivencias (si, en plural, como las caras de un poliedro, como las relaciones que se establecen entre muchas personas distintas en torno a un mismo tiempo y a un mismo lugar) debería mirarla con más humildad, incluso agradecimiento, y, por supuesto, ilusión. Dos últimos términos que para mi están ligados de alguna manera… pero eso es tiene que ver más con una actitud personal.
Si te dejas llevar, acabas en alguna parte. Irremediablemente: La deriva es una cosa solitaria. Te embarcas, como dicen, y de pronto te ves tripulando, formando equipo, visitando terrenos que apenas conocías por una referencia en una cartografía invisible, sintiendo en propias carnes cosas que contaban los demás, como eso que dicen que cuando te intentas poner del lado de los que enseñan, en verdad, acabas siendo tu el que más aprende. Vaya si se aprende: Se aprende un huevo.
No se si habéis leído Autopista del Sur, de Julio Cortázar. Es un relato que está en "La isla del medio día y otros relatos". Quien no lo haya leído ya tiene en qué entretenerse si le sobran un par de lánguidas horas de verano. Quien lo haya leído creo que puede comprenderme mejor si digo que lo difícil va a ser levantar este tinglado que ha pasado 5 días cuajando entre el mundo y el mar, al pairo de las ruinas y el abrigo de los eucaliptos.

jueves, 13 de julio de 2006

Hasta siempre Granada. Hasta siempre mi amor.

        El sol amaina. Salgo a la terraza con el litro que sobró anoche y que abrí esta mañana. Qué cojones, esperar ni esperar.
Las sillas metálicas me dejan el culo cuadrado, las de plástico están amontonadas, encajadas unas sobre otras. Me siento sin molestarme en sacarlas, un poco más alto de lo normal. Mi costumbre de arquitecto de dibujar en mesa de dibujo, aunque sea ratón en mano (me cuesta horrores desligarme de dibujar sobre un gran tablero blanco) se adapta perfectamente a esta situación. Pongo los pies en la barandilla.
        La cerveza está fría, de gas un poco más débil.
        No hay estrés, pocas obligaciones.
        Carlos se ha ido, Malesciana folk también.
        Colina abajo, al otro lado de la calle de tres metros de ancho, otro vecino toma el sol en una pequeña terraza que se ha montado entre dos depósitos.
        La puerta de Nico está abierta, como de costumbre.
        Unas abejas se han hecho una colmena en la esquina de la terraza, por eso no desayuné aquí esta mañana. En médio de un cálido, minúsculo e intenso tráfico aéreo. Bajé al café Lisboa, desayuné leyendo, y después de desayunar seguí leyendo un rato más frente a mi taza vacía. La cogía con la mano cuando pasaba la camarera para que no la retirase. Una taza en la mano, mi derecho a permanecer ahí leyendo, en mi pequeño despacho sin paredes, en plena calle. Amo este bullicio. Solo hay un lugar en el que lea mejor y son los autobuses de linea. De pie, por supuesto.
        Un pájaro canta, el sol tardará en ponerse, tardes prolongadas de verano. Costeño, debajo de una silla, reposa bajo su piel como si la llevara tendida sobre los huesos. Leucemia. La vejez no llega en un año y se lo lleva a uno tan de golpe. El bicho lo que tiene es leucemia. Nico tendrá que sacrificarlo. Le jode más a él que a mi, le creo. Y cuando me lo dijo decidí regalarle la foto que le hice al gato el año en que llegué, 4 años ha, y no pocas aventuras. El número es lo de menos, lo que importa es lo que ha pasado desde entonces.
        Tengo más canas, cara de hombre y más percha del niñato enclencle que llegó. Pero me gusta pensar que es solo la superficie del mar que llevo dentro y que tantas cosas se ha tragado.
        4 años de nada, cuatro años de todo. Las abejas se han hecho una colmena en la esquina de la terraza y Costeño se va a morir. Yo dejaré la ciudad dentro de pocos días. Por eso salgo a la terraza con mi litrona, dispuesto a no exigirme nada hasta que todo pase. Es mi modo de conquistar el tiempo: esquivarlo, colocarme a si lado y decir: Qu’est qu’il se passe dans l’espace?.

miércoles, 28 de junio de 2006

cuentosdelbalneario@hotmail.com

Disculpad que olvidemos poner que todo esto ocurrirá en Málaga.
prueba 3

domingo, 25 de junio de 2006

El Balneario

        Érase una vez, no muy lejos de aquí, en verdad en Málaga mismo, un gran balneario que arrasó el mar, dejándole solo el nombre "Los baños del Carmen", no pocas columnas dóricas, fuentes, embarcaderos, malecones, y algunas ruinas que hoy lo protegen como un dique de las olas. Mientras, la gente acude a sus playas, sus pequeñas calas urbanas, pasea entre sus eucapiltos, bucea entre sus restos barados buscando bichos, lleva su amor para echarle mejor sus redes, echa los cafés, lee o simplemente ve ponerse el sol tras el puerto al otro lado de la bahía -aunque esto último lo hacen un poco todos allí-... en suma uno de esos lugares que dejado a un lado por el planeamiento voraz, a merced del tiempo y del mar, adquieren su propia forma en el tejido de la ciudad y acaban por configurarse como un espacio libre, abierto y frondoso entre dos barrios. Un espacio verde sólido y clave en el paisaje de la ciudad y en el espíritu de sus habitantes.
        Érase pues un lugar marcado por esa fortuna, tan poco usual, que toca a algunas ruinas de ser rescatadas por la vida cotidiana y habitadas intensamente cada día, de espaldas a un fragmento de la ciudad dedicado casi exclusivamente al tráfico y en continuo diálogo con el mar.
        Una isla perdida en el planeamiento, pero nunca abandonada por los habitantes de la ciudad, circunstancias que sumadas hoy día no dejan de ser un acontecimiento: Un oasis en el espacio y en el tiempo que ha encontrado su propio valor y se ha alzado como un lugar de referencia en la vida urbana de la costa este de la bahía malagueña.

        Érase una vez El balneario Los baños del Carmen, en definitiva, uno de esos lugares en los que por su carácter único, puede darse una historia. Y de hecho, todos los días se da.


Jornadas Balneario

...y escritura.
Razón aquí (y allí mismo, por supuesto)

miércoles, 14 de junio de 2006

Arte en lata blanca de 15 por 4 por 3,5 metros, Fecha de caducidad: pronta o lejana, a juicio de la crítica y los teóricos


El otro día me dijeron que no se que tío, que sabe un montón de arte e historia de la estética, contaba que arte no es cualquier cosa, no… o sea, si que lo es: hoy día arte es cualquier cosa que se ponga en una sala de exposiciones.

Vaya, que si me dejo las llaves del coche en un rincón de la sala, tarde o temprano alguien las verá, se acercará y lo seguirán curiosos haciendo como que no le siguen y, con todo, juntos, las mirará como se mira el Arte y se preguntarán un montón de cosas sobre el origen y el significado, la idea, la potencia sugestiva y la capacidad transgresiva de las llaves de mi coche. En tanto que objeto, en tanto que imagen, en tanto que intención, en tanto que expresión de lo humano. Las llaves del gofomóvil, ahí es nada. La virgen, qué despiste.

Hay una pareja en Nueva York que lleva siempre un impermeable amarillo, haga el tiempo que haga, y van por los museos comentando cuadros. Son tan inconfundibles que los museos probablemente se sienten orgullosos de recibir sus visitas. A mí, al menos, si tuviese una galería en Nueva York, me encantaría que ellos pasaran alguna vez. Los recibiría con cordialidad y disimulo, haciendo lo posible por contener mi ilusión como el tembleque de un pavo enamorado. Dentro de los museos, esta pareja ha sabido convertirse en una codiciada obra de arte.

Para mi lo triste del asunto no es que todo lo que se meta en la sala de exposición vaya a convertirse en arte, sino que haya que confinar las cosas en una puta sala para que la gente se cuestione por sí misma y de una vez por todas si les gusta o no, por el origen, la intención quizá… e incluso lleguen a preguntarse –secreta, perversa, sucia, libremente- qué les sugiere.

lunes, 5 de junio de 2006

viernes, 19 de mayo de 2006

Sangre Azul

Costeño me ve llegar. Al pasar jadeando calle arriba junto a su alfeizar de ladrillos, se levanta y me adelanta derecho a la puerta, como si me hubiese estado esperando para entrar. Se queda a mis pies con el morro pegado a la puerta mientras busco la llave. Me agacho, le paso la mano por el lomo y ni se molesta en mirar quien le toca, ni un maullido de placer. Al paso de mi mano levanta un poco el lomo, pero el morro sigue pegado a la puerta: el bicho lo tiene claro en la vida.
En casa no tenemos buzón, las cartas están en un poyete del patio. No se quien las pone ahí pero ahí están… y cada inquilino recoge las suyas. Cuando hay una postal, sea la foto que sea, la cojo preguntándome si es para mi, quién puede haberme escrito y desde donde, como hacen todos, supongo... Cuando compruebo que no es para mi, justo antes de mirar la foto de nuevo y dejarla en su sitio, no puedo evitar leer con una ojeada en diagonal la primera y la última frase… como también harán todos, supongo.
En este caso la postal es para Nico. Pero lo que me sorprende es el modo en que la primera y la última frase coinciden en las mismas tres líneas.
Siempre pensé que mi vecino Nico era como John el dueño de Garfield, pero con la alegre mala leche característica de las gentes de mi tierra, y más aún de sus barrios, y más todavía la de Nico. Tampoco Costeño es un gato lo que se dice perezoso… está siempre retozando o deambulando por ahí con esa calma elegante de gato viejo y curtido, pero por las noches vuelve lleno de magulladuras. Esas magulladuras que no producen precisamente una pereza vital.
Costeño es una institución y no solo porque es el gato que todos vemos pasar de un apartamento a otro. Por decirlo de algún modo, si Nico fuese el presidente de la república, Costeño sería el rey… Porque a Nico al menos lo elegimos de alguna manera: es el que habla desde su atalaya: ¿Has aprobado ya? Te van a meter un paquete. Esa música que tocas ni es música ni es nada. Mira como tienes las tejas, como te vea el vecino te vuela los huevos, que es secreta, no digas que no te lo advertí, pum pum. Abraza al liberalismo, Carlos, abraza el liberalismo… Y, con todo, Nico es el que lleva más tiempo en la comunidad, el que tiene los teléfonos de los propietarios en un listín apuntados, en la jota de judíos, como el siempre dice con una gran risotada. Nico es el que sabe quien vive donde y el que a todos nos ha invitado alguna vez a beberse un vinillo en su terraza, esa plataforma desde la que nos habla como desde un púlpito metro y medio más arriba que la terraza de la comunidad, ese bastón desde donde contempla los atardeceres a la hora en que costeño llega a su terraza sorteando macetas por la cornisa, o desde donde por las noches otea las estrellas con una copa de roncola, peremne ante el flujo de inquilinos que vamos y venimos llenando y vaciando pisos año por año.
En última instancia, Nico es el dueño de Costeño, es quien lo lava, lo cepilla con un cepillo quitapelos, quien le dice a los demás que se llama costeño.
Lo de costeño es algo que quizá esté por encima de esas elecciones presidenciales involuntarias pero lógicas. Costeño es Costeño, vaga y no habla demasiado, llama sin prisa a las puertas que ya considera abiertas, pasa de un regazo a otro como quien atraviesa las habitaciones de un gran palacio. Fue joven y durmió en todas nuestras camas, bebió nuestras leches de briks en todos ceniceros, todos acabaron comprándole comida de gatos sin que la pidiese -porque a Costeño no le gusta el atún-, miró por todas las ventanas y bajo todos los techos descansó sin preguntar. Cuando estuvo malo todos nos preguntábamos por él, muchos lo hemos llevado al veterinario, como el día en que apareció en mi cama con media cara destrozada. Era muy tarde, entré y me gustó encontrarlo echado en el sofá. Solo cuando me senté a su lado con una sopa china recién recalentada al microondas, me miró por fin, y al separar la cara del colchón por poco me hecho encima los tallarines del susto. Desde mi lado de su cara podía ver por un agujero los dientes del otro lado. Los colmillos del rey. El rey está enfermo. Nico, soy yo Nico, perdona que te levante. Costeño está chungo y no sé qué hacer.
Hoy es viejo y no le dejamos echarse en cualquier sitio porque huele un montón, pero el sigue yendo y viniendo con esa misteriosas heridas se trae de la calle y esa seguridad suya que hace que parezca que si encuentra una puerta cerrada son solo las circunstancias. Porque el bicho sabe lo que hay dentro, porque son parte de sus dominios.
Antes de cerrar la puerta la mantengo abierta un poco para que entre Costeño, que echa una última ojeada a la calle cerciorándose de dios sabe qué y solo cuando mi paciencia comienza a dejar la puerta caer, el gato decide entrar, lo cual no quiere decir que lo haga deprisa. Me fuerza a quedarme mirando, a asegurarme de que la puerta no lo aplasta.
Entonces es cuando miro el correo…
“Como ves pienso en ti,
aunque no te lo mereces,
besos, Esther”
Mientras leo, Costeño ha visto salir a la gata de la vecina del bajo izquierda, y se ha lanzado sin hacer ruido. Ella no se ha dado cuenta hasta que lo tenía encima mordiéndole el pescuezo y empujándole el culito con el falo… la gata se zafa y Costeño la sigue, rápido pero lento a la vez, tranquilo y seguro. Corre mi amor, eres hermosa cuando corres. Y se pierde tras ella escaleras arriba sin hacer ruido.



miércoles, 17 de mayo de 2006

Semana Uno

        La primera noche es extraña, se duerme mal.
        Le segunda es algo mas calmada, viene la vida y la tomas.
        La tercera buscas refugio, amigos, copas, música alta. Porque la temes llegar… pero pasa.
        La cuarta te atreves incluso a esperar saber algo.
        La quinta igual ya lo sabes.
        Para la séptima ya habéis hablado de que igual no pasa nada si os veis, tomar un helado, una tapa, ir a una exposición…
        Pero cuando la noche llega, te ha llamado para decir que es mejor no verse, que va a pasarlo mal y prefiere asumir que ya no estás.
        Cuelgas pues con la séptima noche por delante.
        Entonces tu que te desenamoraste, tu que tomaste la decisión, tu que pusiste fin a esta crisis de un tajo certero… te das la llorrera. Te intentas aguantar, pero que va: al final lloras. En el silencio de tu casa, con una copa en la mano y un pitillo que encendiste nerviosamente al verlo venir… lloras como un niño por lo que crees saber renunciar como un hombre.

viernes, 5 de mayo de 2006

El profesor Musa

        La primera vez que ví este corto me reí un montón, no solo por el corto en si, sino porque reconocí en seguida ese papelillo que me dieron una vez por la calle y que me hizo tanta gracia que lo tuve dos años enteros bajo el cristal de la mesa camilla, junto a entradas de conciertos, monigotes de amigos, algunas fotos hechas o recortadas, trozos de poesías y de puzzles que no se de donde han salido y demás papelillos que me da por meter debajo del cristal de la mesa camilla. Entre esos papeles había uno en el que salía un tío al timón de un barco en plena tempestad, y un cristo detrás cogiéndole los hombros, que bien podía estar protegiéndolo o bien podría estar metiendo prisa: vamos tio que no llegamos y creo que me guardan un sitio en el cautivo, cuidado con la roca, so borrico. Os cuento esto porque creo que ese papel es lo más insólito que había, después del pequeño prospecto del Profesor Musa.
        Si sigo contando lo que sé de este corto, es que quedó segundo en un concurso de cortos y siempre he pensado que fue injusto. Lo digo porque fui yo el que tuvo que recoger el primer premio, rojo de vergüenza, ante Bruno Vazquez Alonso (su autor), el aforo y casi que ante el mismísimo Profesor Musa, que igual me estaría viendo en una bola de cristal. No, el corto no era mío, era de un colega que no había podido asistir.
        Hoy por casualidad me he encontrado el corto colgado en la web del autor, y he pensado dos cosas: una, que “el mundo debería ver esto” -palabras que transcribo tal y como sonaron en mi cabeza-, y la otra es que quizá sea un modo de hacerle justicia al autor.
        Enhora buena, Bruno.

martes, 2 de mayo de 2006

Hola

Hola escribo esto el 14 de Mayo de 2011.

Estás leyendo el blog entero. No se quién eres. Solo puedo ver que alguien lo esta leyendo post a post y que quizá no esté muy lejos de donde yo estoy. Si es así, igual, si pudiera hasta te invitaba a un cafelillo al sol de esta tarde límpida solo por la curiosidad de saber quién eres y qué es Golfo para quien llega. Son muchos años. Si te animas usa el mail... Si no es así, bueno, quizá algún día...

Si te he cazado, resulta divertido... solo quería saludarte. Perdona que te interrumpa la lectura. No te molesto más.

Es una alegría saber que lo escrito en el pasado no está perdido, sin interés para nadie, en la blogosfera.

Gracias por esta sensación.

lunes, 1 de mayo de 2006

The smell of sunshine,
I remember sometimes
-Nine Inch Nails


         Lorena ha venido a casa a desayunar. Nos hemos repartido el trabajo: ella putea los tomates y yo exprimo las naranjas. El primero que termine tostará el pan. Mientras tanto me atrevo por fin a confesarle que no he podido poner los carteles de las jornadas de Adobe. Adobe es la ONG en la que está Lorena, Arquitectura y compromiso social. Preguntadle a San Google, es una buena ONG. Yo le había prometido colgar los carteles en la escuela de arquitectura. Cuando me pregunta por qué no lo hice, le digo que desde que le dejé la casa a unos amigos para que pasaran unos días no he vuelto a encontrar los carteles… vivo entre tubos de papel, y por más que he buscado no he vuelto a verlos. Ella me pregunta por qué no la llamé para decírselo, podía haberme dado más carteles. Entonces yo, bastante avergonzado, le digo que simplemente no se me ocurrió. Me cuesta creer mis propias palabras… Pensé que ya aparecerían y ni siquiera me di cuenta de que había dejado de buscarlos. Me deshago explicaciones, en frases absurdas que empiezo y no termino una y otra vez… Ella corta ya el pan para tostarlo. Yo con media naranja en la mano intento abrazarla diciéndole que lo siento, y al hacerlo me parece falso: Cada célula de mi cuerpo sabe que no me lo merezco. La suelto en seguida y seguimos discutiendo… Mientras su voz se pierde en la luz al salir a la terraza con las bandejas, a mi dentro las naranjas me parecen más endebles en la mano. Se deshacen tristemente al estrujarlas contra el exprimidor. Tienen tiempo estas naranjas.
         A veces uno se aisla en su vida cotidiana y todo lo que no le toca parece lejano como niños que jugaran en un parque al otro lado de la ventana. Yo no soy así. Hace tiempo que suelo decir que “no” más a menudo, como aconsejan los manuales del bien psicológico y la templanza, y no me preocupo tanto por la gente como por controlar mi vida, cosa que no consigo porque soy una de esas personas que en verdad no están hechas para controlar del todo su vida cotidiana. Con todo, no gano nada y encima pierdo la atención que solía tener por los que me rodean. Me siento desperdiciado: yo no soy así.
         Quizá cuando no decía que no tan a menudo, cuando no dejaba a los demás para después, faltaba al deber frecuentemente, pero a cambio no me perdía ciertas tardes, ciertos rincones, ciertas citas, ciertas veladas, ciertas sonrisas, ciertos capítulos, ciertos viajes de esos que solo se improvisan entre varios, y sobre todo no llegaba al punto de decirle a un amigo que no he podido hacer algo que le importa y que me había comprometido a hacer, sin más excusa que la de que estaba muy liado.
         Seré gilipollas Todos estamos muy liados.
         Dice mi hermana que si no tienes cinco minutos para llamar no tienes cinco minutos para vivir. A pesar de eso ni mi hermana ni yo solemos llamarnos. Es igual: porque ambos lo sabemos. Yo por lo pronto tengo su foto en la pantalla del móvil y la veo muchas veces al día. Mi hermana es el ser que mas quiero en este mundo. Y no olvido fácilmente las cosas buenas que me dice.
         He estado muy aislado del mundo este tiempo, escudándome detrás del montón de cosas que tengo que hacer cuando en verdad siempre he tenido cosas que hacer… Y creo que el límite ha sido no hacerme cargo de los carteles de Lorena, de Adobe, haciendo que unos cursos cojonudos sobre hábitat eco-participativa pasen desapercibidos a uno de los sectores a los que más podía interesar: los arquitectos. Yo no podía ir, porque tenía otro curso, y un proyecto de fin de carrera, la visita de un colega, una cita, un taller de literatura, la siesta porque estaba cansado… una vida que no me dejaba ir a enterarme por fin de todas esas cosas que uno siempre se queja de que no le cuentan. Pero al menos podía haber puesto los carteles. No es cuestión de faltar a una responsabilidad sino de faltarle a un amigo.
         Yo estuve también en Adobe una vez y lo dejé porque yo no sabía trabajar en el ámbito en que actuaban. Yo se usar mis manos, pero soy torpe con las relaciones, con los contactos, con los presupuestos, con los entresijos burocráticos con los que hay que aprender a bregar para dinamitar esta mierda de mundo, como quien llega hasta en el fondo de un edificio para demolerlo. Por eso lo dejé. Asumí mi torpeza y me fui. Mientras tanto Adobe sigue ahí, mejorando cada día, organizando buenos berenjenales. Son unos luchadores. Admiro a Lorena por esto, pero no la imito. La admiro por muchas más cosas que si aprendí a imitar como esa generosidad suya por la gente, esa paz de espíritu que le procura tantos amigos y tantos caminos recorridos como una gran tela que la envolviese. Aunque veces no lo he logrado si que he sacado cosas buenas de mi mismo. Una de ellas es saltar sin pensarlo a los trenes pequeños.
         He estado muy aislado en mi mundo últimamente, corriendo de casa a la escuela a la academia a la biblioteca al taller a casa a algunos bares de vez en cuando, enfrascado en los enlazar lo más rápido posible estos puntos cada vez, concentrado en mantener cosida mi vida con la agonía se un sastre miserable. Y al final me he visto cabreando a Lorena en mi propia cocina. Es doloroso ver a un invitado dolido en tu propia casa. Sobre todo si es un invitado al que quieres.
         Al final Lorena me explica que ni siquiera está enfadada, mientras lo sucedido me sirva para no volver a hacer una chorrada así. Nos hemos puesto a desayunar como reyes, que es como siempre desayunamos cuando desayunamos juntos, y entonces yo he sentido cómo mi hocico asomaba de repente a la superficie a través de la mierda con que la rutina nos aplasta si uno se descuida. Lo que le salva a uno de la vorágine de lo cotidiano no es ninguna gran aventura, ni un viaje al caribe, ni una noche de pastillas, sino estar ahí para los amigos por encima de simples deberes que de todas formas cualquier otro hará cuando te mueras.

sábado, 22 de abril de 2006

Walkside Story

        Caminan por delante de mi: él come un bocadillo, ella lleva una rebeca larga que le cae por el brazo y deja un hombro al descubierto; pero no se la sube porque probablemente sabe -y le gusta- que le da un aire distraído, tan desastroso, tan falsamente inocente e irremisiblemente seductor. Cuando salió de la tienda me ha parecido que tenía rasgos ligeramente orientales.
        Yo camino detrás de ellos… y acelero el paso porque llego tarde y quizá también por ese instinto que me pide verle la cara y confirmar la sospecha de que es una mujer preciosa. El mismo instinto que me hace darme cuenta de que él le ha buscado la mano sin encontrársela y que me hace esbozar media sonrisa triunfa. Y el mismo que hace que él me mire un momento de reojo al tiempo que le coge el culo a la chica, con lo que una voz dentro de mi cabeza elije otro idioma para decir… Ça y est, c’est bon : Il a marqué son territoire.
        Unos metros más adelante, cuando doblan la esquina, ella aprovecha para echar una ojeada pretendidamente distraída a su alrededor… Antes de volverse de nuevo, como quien no quiere la cosa, sus ojos se detienen por fin en los mios y así, de soslayo pero durante algo más de un segundo, me sostiene la mirada y me sonríe.
        Ça y est, tu as raison, c’est bon, dice en mi cabeza la misma voz en el mismo idioma, pero contestándose, jactanciosa, a si misma, Elle aussi:, elle a marqué son territoire.

sábado, 15 de abril de 2006

Sistemas de referencia.

Rodríguez, que te veo



         Cuando escribo me siento bastante vivo, pero, curiosamente, es como si el tiempo parara. A mi alrededor todo se convierte en un tejido abstracto, como si no fuera más que el estampado del momento que me vuelve, tan real y tan hortera como un poster de jevi metal: mero paisaje, una habitación, unos objetos, la imagen bucólica de un tipo que escribe… o no tan bucólica quizá… -reconozco que a veces me he excitado mucho, incluso llego que levantarme de pura excitación y a escribir de pié, alejándome y acercándome a la pantalla, balanceándome sin separar las manos del teclado-... la música misma se vuelve parte del ambiente, un murmullo de fondo, hasta que ni siquiera distingo los vacíos entre canción y canción
         Podría decir que el tiempo se para, sin embargo, lejos de detener la vida, esos momentos son de los que más vivo me hacen sentir. Como si la vida existiera antes y después de cada uno de esos textos. Me pasa igual con los viajes y con ciertos libros. Virginidades varías: virginidad de Estambul, virginidad de Nueva York, de Cádiz o de la Sierra de Víznar, virginidad de Neruda, de Carver, de Henry Miller, virginidad de Rayuela (y cómo envidio a los que todavía no lo han leído)…
         La sensación del tiempo es curiosa: cuanto más lo posees menos consciente eres de él (un niño, por ejemplo, que lo tiene todo por delante, o un adulto que a encontrado la manera de apropiarse de él haciendo lo que más quiere, librándose por un Instante de esa corriente macabra que todo lo arrastra).
         Sin embargo cuando caes en la cuenta del tiempo es cuando menos parece hacerte caso, cuando menos parece tener nada que ver contigo: el tiempo, su materia untuosa se te escapa, como tierra seca entre los dedos… O no bien se detiene y te sientes estancado: El tiempo duele, entonces, como un hermano con el que te llevaras mal.
         Pero cuando escribo, cuando tengo un instante así, cuando logro echarle el lazo como a una cabra salvaje... nunca he tenido claro si es el tiempo lo que se detiene o soy yo el que sube por un momento al tren. Y ya puede verlo pasar todo, el paisaje, la habitación, la misma canción una y otra vez en el winamp -que despues de todo es también una forma hermosa de medir el tiempo-… que a mi me importa un pito, como el que oye llover.

jueves, 13 de abril de 2006


        Hay pocas cosas más siniestras, barrocas y hermosas al mismo tiempo que las procesiones de Semana Santa.
        La pasión rompiendo rodillas y hombros, la devoción llorando a saetas arrodillados frente a un muñeco de madera: El pecado de la idolatría y el politeísmo en toda su magnificencia. Repitiéndose, cada año, a orillas del mediterráneo, desde que el mundo es mundo. Egipto, Grecia, Roma, y otras tantas culturas que no se me ocurren o desconozco… ¿Qué religión ni qué niño muerto? Por dios, la religión no es más que el soporte para que esto sea posible, igual que Internet es el soporte para tantos y tantos blogs de gente a los que nos importa un carajo la informática.
        Es simple y llana pasión humana, y en tal estado de concentración que casi se echaría a llover.

martes, 11 de abril de 2006

Epílogo, que me habeis pillao, bacalao.

Glugluglu


        Paul se marchó unas semanas más tarde. Me dejó unos libros en inglés. Un día que estaba tendiendo la ropa salió con una grana caja llena de libros y me dijo que cogiera los que quisiera porque se iba y no podía llevárselos. Hace una semana me di cuenta de que entre ellos estaba el Corazón en las Tinieblas de Joseph Conrad (Heart of Darkness), del que me hablaron hace poco en el taller (si, yo también estoy en un taller de literatura). Suelo acumular libros que esperan no se qué… libros que creo que no leería si no fuera porque a veces me los encuentro en mi propia casa después de que alguien me hable de ellos. Como el Corazón en las Tinieblas.
        A ver cuando le echo huevos y lo leo… porque igual Paul no era profesor de inglés, pero en mi cabeza lo fue un tiempo, y a mi me da que lo ha seguido siendo a su manera desde el momento en que me ofreció libros en inglés. Libros de esos de los que siempre he visto por el rabillo del ojo en las librerías, pasando de largo, no sin prometerme que algún día volveré a leer las novelas en inglés casi tan bien como leo las canciones.
        También dejó un diecisiete pulgadas Black Trinitón de Sony, de pantalla negra, de esos que no hacen daño a los ojos. Y del que me ha costado librarme lo más grande después de casi un año de tenerlo muerto de risa debajo de una mesa. Antesdeayer mismo se lo pasé a un vecino que casualmente vive en el mismo apartamento en que vivía Paul.
        Por otro lado igual os preguntareis cómo subió el vaso hasta allí. La respuesta es fácil: en mi bolsa, sequito junto al libro y a un termo de café, que rompí unos días más tarde y que lleva ya cerca de un año entre las tejas decolorándose al paso de las estaciones.




viernes, 7 de abril de 2006

Paul, Aquí vivimos como reyes, U Otro Rollo de los Míos de esos que os suelto de vez en cuando (parte II)



        Estaba así, saboreando aún a la señorita Cora mientras dejaba correr mis pensamientos como lagartijas al sol cuando una voz suena por encima de mi cabeza. Virgen santa, exclamo como cualquiera que se creía solo, qué susto me has dado… le digo ya vuelto al profesor de inglés que sube jadeando por el tejado vecino. Al hacerlo, me doy cuenta de que le hablo de usted desde hace dos años, de que, de hecho, nunca hemos hablado realmente. De que hasta hoy solo nos saludamos al vernos pasar… y de que casi siempre que esto sucede me ha pillado leyendo, lo cual supongo que aumenta su timidez y a mi me salva de enfrentarme a la mía.
        El profesor se ha puesto de pié, mira a su alrededor haciéndose una visera con la mano sobre la frente. Se ve muy lejos desde aquí.
        Es uno de esos personajes delgados y fibrosos, de voz aguda y ronca a la vez, algo femenina, que combinan unas curtidas arrugas y canas muy brillantes con una atmósfera juvenil, que va desde su modo de vida haciéndole fotos a unos tomates para malvivir en un apartamentito en un apartamentito de mierda, hasta su negarse a renunciar a subir por los tejados con un niñato como yo. Así a bote pronto, parece cosa rara decir que es “uno de esos personajes”, pero no, no es la primera vez que lo veo bajo distintas voces y formas… lo se por esta envidia pequeña que me da. Igual no son lo que hoy se llama un triunfador, pero viven como quieren vivir. A esos personajes me refiero.
        Se le ve que está sorprendido, ni de lejos había imaginado lo fácil que es llegar hasta aquí, y en realidad probablemente lamenta no haberlo intentado antes, como bien descubriré dentro de unos días, se marcha en pocas semanas de la ciudad. Me ha visto subir aquí tantas veces, y todas del mismo modo, siempre el mismo ritual: saludando tímidamente mientras me asomo a la terraza del vecino para asegurarme que no me ve caminando por sus tejas; Op, barandilla; Op, mutete; Op, me cago en el gili que colocó el alambre para colgar pimientos hace unos cuantos meses y que por poco me corta el cuello, Op, tejado del vecino con cuidado de no romperles las pocas tejas que le quedan; Op…. y cuando alcanzo nuestra azotea vacía, que aparece tan sola ahí arriba, cada vez me parece recién conquistada.
        Después de un rato haciendo fotos alrededor con un objetivo por el que me pregunto las cosas tan lejanas que verá, me pregunta qué leo. Todos los fuego el fuego, le contesto… Hablamos de libros, y nos aconsejamos mutuamente. Yo para leer en español, él para que yo lea en inglés. Hablamos de un tal Smith, de Cortázar y de Borges, que el mismo profesor saca con esa inercia con la que se atraen Borges y Cortázar, como si formaran la propiedad conmutativa de una extraña y genial operación. Qué más da encerrarse en las bibliotecas desde las que habla de las terribles calles del mundo, que echarse a la calle para hablar como salvajes ratones de inbfinidad de pequeñas bibliotecas. Aunque a mi me gusta más Cortazar, confieso que hay algo en Borges que me cae bien… Quizá sea algo más denso, como me dijo el profesor, que le costaba trabajo leerlo, pero no se me hace tan meloso. Vaya, que cuando lo leo no me da la impresión de que me quieran seducir. O como diría el señor B, puedo estar alucinando, pero no me siento como una estudiante de filología a punto de mojar las bragas a rayas, hechizada, epatada, cortazarada hasta la rabadilla…. No se… sencillamente, a priori, no me parece que Borges usara nunca la literatura para follar. Aunque esto es solo una suposición: porque no era tonto Borges. Nada tonto.
        Por supuesto, todo esto al profesor no se lo cuento, porque son mis paranoias personales y absurdas. Lo único que tengo a mi favor es el modo de escribir de cada uno y el viejo mito ese de que Borges murió virgen. Ahí es nada. Por lo demás no se mucho de la vida de ninguno de los dos.
        Hablamos de Joyce y de Antonio Soler, de Gloria Fuertes y de Benedetti, y de lo triste que es T.S. Eliot. Hasta que la conversación llega inevitablemente a nosotros mismos y el profesor resulta no ser profesor sino Paul, el fotógrafo. Mientras nos estrechamos las manos me acuerdo de que fue Nico el que me dijo que era profesor de inglés hace ya tiempo, y ahí dejó al hombre en mi cabeza, convertido en profesor de inglés. Paul me pasa una tarjeta con una dirección güeb -que no voy a linkaros para que no sepáis nuestra dirección- de la página donde cuelga sus trabajos. Hablamos un poco de lo que hacemos. Aunque me interesa, reconozco mi ignorancia del mundillo de la fotografía y me cuesta formular preguntas… a él también le cuesta contestarme español, pero hace el esfuerzo. Además, para mi sorpresa, sabe de lo mío, así que acabamos contemplando la ciudad y aquello da para rato. Hablamos del auditorio Manuel de Falla, y de la caja de La General… No, si como objeto es precioso, el edificio es la puta belleza, matemático, platónico, incluso espiritual si quieres… lo que falla es la función. Joder, incluso lo confesó el arquitecto en su libro todo orgulloso: son las medidas de la catedral, 50 por 50 por 50 o algo así, le cuento: y ya se que las cosas son así, que el dinero mueve el mundo y todo eso , pero creo que si ya das a una caja de ahorros de mierda no ya la misma escala, sino la misma monumentalidad en el paisaje que al templo que iba a ser el panteón de un imperio sin que te de un mínimo de vergüenza, es que algo dentro de ti ya no tiene marcha atrás…
        …¿Yo? ateo y tu… Paul me contesta tomándose su tiempo, mirando al horizonte mientras busca las palabras que definan sus creencias. Lo cierto es que hay pocos silencios para dos años enteros de timidez y, al parecer, mutua curiosidad.
        Como no tenemos reloj, escalo un poco más y les pregunto a unos vecinos que están en otra terraza a un par de aleros de distancia… “Hola” me dice la chica antes de contestar, lo cual me hace ver que está sorprendida y algo intimidada por mi aparición descamisado y preguntando la hora en cuclillas sobre las tejas del otro lado de su barandilla. Supongo que hasta ahora su atalaya le parecía completamente privada. Me sonrojo, le doy las gracias y me voy sabiéndome observado. La entiendo: A mi me pasó también en su día. Pero lo que yo me encontré fue una vecina tomando el sol desnuda en nuestra azotea. Le pedí permiso y me eché a estudiar, que es lo que había venido a hacer… Me dieron unas ganas horrorosas de desnudarme yo también y posar mi culillo sobre las cálidas losas de la azotea, pero temí incomodarla, así que solo me descamisé. Mientras vuelvo hacia Paul procurando no cargarme ninguna teja y no olvidar que son las sies menos cuarto, me da por pensar que la ley de los tejados es como la de los barcos… mientras no se pase a bordo del otro, puedes pedir la hora, fuego, o incluso un sacacorchos. Todo esto son suposiciones dado que no soy marinero ni creo que lo sea jamás… aunque envidio a los marineros. Claro que no creo que encuentren a sus vecinas desnudas sobre sus propias cubiertas, digo yo, vamos. Pero eso tampoco cambia mucho, después de todo ¿qué es una vecina denuda, al lado la envidia secreta que me dan los marineros?
        Es tarde, tengo que marcharme. Al bajar le digo “Hasta otra, estoooo ¿Paul?”… asimismo le recuerdo mi nombre, y desaparezco tejado-del-vecino abajo… op, murete, op, barandilla. Pero un op con minúsculas, con cuidadito… porque llevo mi vaso vacío de un lado a otro en cada paso procurando no mancharme con las tres cucharadas de azúcar derretida por el calor de las losas la azotea, que ahora me parece tan lejana. Tanto como puede ser el lugar desde el que Paul ve la ciudad entera mientras yo me sorprendo en la penumbra al entrar en casa.




viernes, 31 de marzo de 2006

Paul, Aquí vivimos como reyes, u Otro Rollo de los Míos de esos que os suelto de vez en cuando (parte I)*

Golfo's Macabeos presenta


        Esta tarde he comido solo. Hacía sol, así que he abierto la ventana y me he puesto música alta mientras empezaban los dibujos animados. Después de comer he estado a punto de echarme una siesta, pero no quería perderme estas horas de sol después de un invierno tan puto. Quería leer. Lo deseaba intensamente: sentarme a leer con un café frío.
        Si quería escapar al sueño solo me quedaban dos opciones: bajar a la terraza del café Lisboa, lo cual es sumergirme en la ciudad y dejarme acompañar por el bullicio, o subir al tejado, que no es si no dejar la ciudad a los pies y llevarme a cielo abierto esa soledad en la que suelo hablarme solo y de la que últimamente estoy empezando a abusar.
        No obstante, una vez más elegí consciente de que seguiría hablándome solo al menos por esta tarde.
        Al subir he visto aún en la terraza los artilugios del profesor de inglés que estaba esta mañana haciendo fotos a un montaje sobre la mesa de hierro. Encajaba con su objetivo un espejo sobre el que había colocado unos tomates muy pequeños. Apenas le di los buenos días, decidí no ponerme muy curioso porque: se lo que puede molestar eso cuando te lanzas ha hacer arte en público… Sin embargo mientras me tomaba mis almohaditas de chocolate dándole la espalda no pude evitar imaginarme el resultado: mentalmente, me he puesto en su lugar, me he preguntado cómo sacaría yo la magia de esos tomates emparejados son su reflejo sobre un cielo plagado de borregos. Igual incluso pasa un pájaro y sale en la instantánea.
        Las losas del tejado estaban calientes, la ciudad estaba inundada de una luz nítida, como si la luz blanca del invierno aún no se derritiese con el calor de la primavera. Hoy ha sido uno de esos días en que a la sombra hace todavía frío y al sol puedes incluso quitarte la camiseta.
        Sentado en el suelo de esta terraza sin barandillas. No veía la terraza de abajo , ni los tendederos, ni siquiera veía las casas de en frente: la ciudad aparecía lejana como si empezara lejos de la orilla. A veces miro a la ciudad desde aquí arriba y me parece que me la han pintado. Me digo, no es verdad. Me gusta esa sensación… de hecho, me cuesta leer los primeros 5 minutos en el tejado. Mis ojos miran las letras pero es como si mis cuerpo entero disimulara, porque el resto de mis sentidos está demasiado contento de estar aquí, de las vistas, de la brisa casi marina, de los olores, de los ruidos de fondo de las casa del alrededor, de tener un libro en las manos, y de cada palabra mezclada con todo esto.

        Cuando termino de leer un relato suelo leer varias veces el último párrafo. No lo puedo evitar. Como si algo se me fuera a escapar, leo y releo y vuelvo a releer. Luego me levanto a estirar las piernas y ahora que lo pienso suelo suspirar dos o tres veces mirando a mi alrededor, como si chequeara que todo sigue como lo dejé antes de partir a bordo del relato.
        Nada, en verdad todo sigue igual. Ni siquiera la luz es más amarilla. Febrero testarudo. Me siento en el borde del tejado, mirando al atardecer. A mi espalda, la Alhambra con esa actitud de barco a punto de zarpar, detrás muy lejos y enmarcándola, la sierra… A veces calculo mentalmente distancias entre puntos muy lejanos como hilos invisibles que tendiese a través de kilómetros. El sol cae sobre estos tres objetos: sobre una montaña imponente, el edificio más hermoso de un mundo, y mi estrecha cara de caballo… lo que me impresiona de todo esto no es la proporción que puedan guardar entre sí, sino la desproporción que queda unida, salvada, anulada por el hecho de estar recibiendo el mismo sol en cada milímetro de nuestras orografías. Deformación profesional, supongo, me fascino fácilmente por las medidas, la escala de las cosas.
        Delante de mi, una ciudad llena de contrastes al atardecer, y apenas a unos metros la terraza de Nico, metro y medio más alta que la nuestra, y siempre abierta y llena de cactus. No veas la cara que me puso el día en que le pregunté si tanto cactus venía con su carácter. Joputa, me dijo. Y sonrío. Se la había colado. Le había hecho a ese perro viejo que preside la terraza desde su atalaya lo que él me hace a mi al menos una vez en cada conversación. Aún me cuesta acostumbrarme a Nico y su caracter, pero es Nico, y este rincón de terrazas y patios levantado contra el cielo no sería lo mismo sin él.
        Espero unos minutos, quizá enciendo un pitillo. Cuando termino de leer un buen relato suelo darle un sorbo al café y encender un pitillo, bastante satisfecho y un poco resignado, pero como todo el mundo. Un buen relato es lo que tiene.


viernes, 24 de marzo de 2006

(Léase en alto y verán)

WIRA SACHA
Extracto de plantas medicinales

Renaco sacha
Ajos sucha
Guayaco
Suelda con suelda
Palmonaria
Bálsamo
Belladona
Sangre de grado

Combate todo lo agudo
Reumatismo
Calambres
Tos
Golpes
Choque de aire
Inflamación de amígdalas
Niños que se orinen en la cama.

Frótese fuerte
y ponga un trapo
bien caliente.

martes, 14 de marzo de 2006

Marion

Mural café Futbol




        Je tourne la tête par hasard et je la laisse se reposer sur l’oreiller. J’ouvre les yeux. Tout est noir...
        Petit à petit, il commence à se dessiner la forme d’une couverture qui se transforme en cheveux, entre eux, une esquisse de sourire inversé mais pas triste, et pas trop petit non plus, ces mêmes lèvres que j’ai vu deux mille fois essayer de sortir «cereza»..., un jolie nez de singe qui respire calmement et deux paupières qui avec ses longs cils semblent deux fleurs carnivores, là, fermées tout les deux. Lentement il me vient ces mots, comme a voix basse, cette histoire de ces trois allumettes qu’il allumait une à une.../ la première pour voir son visage tout entier / la seconde pour voir ses yeux / la dernière pour voir sa bouche / et l’obcurité toute entière pour se rappeler de tout cela / en la serrant dans ses bras...
        A ce moment-là je me suis rendu compte que je n’ai pas besoin d’allumettes dans cette pénombre et qu’il y a tant de villes où il fait nuit aussi... C’est si étrange et si claire en même temp cette dernière idée, et ça me fait sourire. Je ne comprends pas d’où me vient, mais, à vrai dire, il y a autant de choses que je ne comprends pas ces derniers temps...
        Tout est calme, et toi, tu es comme cette paix qui respire en face de mes yeux. Et puis, juste pour jouer avec le sommeil, comme on dance pour appeller la pluie, je me met à suivre le rythme de ta respiration tranquile. Au fin, je m’endors dulcement, souriant sans savoir pour quoi.

______________________________________________

        Vuelvo la cara por casualidad y la dejo reposar sobre la almohada. Abro los ojos. Todo está oscuro..
        Poco a poco, comienza a dibujarse la forma de una manta que se transforma en pelo, entre este, un boceto de sonrisa invertida pero no triste, ni demasiado pequeña tampoco, esos mismos labios que he visto miles de veces intentar pronunciar la palabra cereza… una bonita nariz de mono que respira en calma, y dos párpados que con sus largas pestañas parecen un par de flores carnívoras, ahí, cerradas las dos. Lentamente, me vienen aquellas palabras a la cabeza, como en voz baja, aquella historia de tres cerillas encendidas una a una en la noche/ la primera, para ver su cara entera, la segunda, para ver sus ojos/ la última para ver su boca, y toda la oscuridad de la noche para acordarse de todo esto/ estrechándola en sus brazos…
        En ese momento, me he dado cuenta de que no necesito cerillas en esa penumbra, y que hay tantas ciudades donde es de noche también… Es tan extraña esta última idea, y tan clara al mismo tiempo, y eso me hace sonreír. No comprendo de donde me ha salido, pero a decir verdad, hay tantas cosas que no comprendo últimamente.
        Todo está en calma, y tu, tu eres como esta paz que respira frente a mis ojos. Entonces, solo por jugar con el sueño como se baila para invocar la lluvia, me pongo a seguir el ritmo de tu respiración tranquila. Al fin, me duermo dulcemente, sonriendo sin saber por qué.



sábado, 4 de marzo de 2006

Cápsulas del Tiempo


        (Eran las 3 de la madrugada. Estábamos paseando sobre la muralla zirí -cuando aún nadie sabía que la puerta de Monaita estaba abierta, y dos meses antes de que el ayuntamiento corriera a ponerle sus enormes cadenas-… cuando el Onironauta dijo ¿Y si hacemos una cápsula del tiempo?...
        ¿Y qué es una cápsula del tiempo?, le pregunté yo con la cara que le pongo cuando me sale con una de las suyas...
        Pues metes en una caja cosas que signifiquen algo para ti o que quieras que llegue al futuro y luego la entierras muy bien para que alguien la encuentre dentro de mucho tiempo.
        No me pongan esa cara que no es la primera vez que lo ven:. Una cápsula del tiempo es la caja que encontró Amelié detrás del rodapiés de su baño el día en que mataron a Diana de Gales… ¿Qué cofre del tesoro ni qué niño muerto?... Vaya cursilada, un cofre del tesoro, por dios, … eso no se lo traga ni el Cobra. Fijo que aquello era una cápsula del tiempo.
        Y si no se lo creen, observen la cara del remitente cuando se la devuelve… por poco le da la combustión espontánea.)


        A veces le da a uno por intentar volver a poner orden en sus viejos soportes. Hace años que ya no solo guardamos las cosas en cajas, y del mismo modo que a veces sacas todo el armario y lo vuelves a ordenar, regalando lo que no sirve, volviéndote a prendar de viejas camisetas o trastos olvidados (el viejo Spetrum, el coche teledirigido roto, una caja de helados llenas de tubos de ensayo y restos de motores eléctricos de mis tiempos de pretendido científico chatarrero)… Hoy he cogido todos los disquetes que andaban por mi cuarto y algunos cds sin etiqueta. Los he amontonado a la izquierda y he comenzado a explorarlos uno por uno, haciendo tres montones a mi derecha: rotos, vacíos, y no vacíos.
        El resultado ha sido lo siguiente…
        5 disquetes ilegibles, ante lo cual no he podido por menos de sonreírme acordándome de eso que pone en las cajas de disquetes de que: estos disquetes están garantizados de por vida. Si, yo también puse esa cara. De por vida. Ahí es nada.
        7 borrados y listos para reutilizar… soporte lento, frágil y caro.
        2 sorpresas: un disquete en el que han aparecido todos los textos que escribía en un viejo Macintosh LC II. Textos de los cuales apenas conservaba unos pocos, hasta hoy, en una carpeta negra en cuya etiqueta ya hace mucho escribí: “Protéjase del agua, del viento, y de las malas intenciones”… antes de dárselos para que los custodiara a mi santísima madre.
Y ahora vuelven a estar ahí, con sus nombres convertidos en: ATIRODE&, DELALIB&,, LAURA&, EPILOG&… pero ahí flotando en el polvo inexistente de la pantalla. Los miro fascinado como un naufrago ante una lata de conservas brillando al sol.
        Aprovecho esta línea para preguntaros si alguno tiene un Macintosh con el que desenlatar mi primera época de escribiente. Se lo agradeceré mucho. De verdad.
        Y otro disquete oh ah uh maravilla… disquete de pecé con textos que creí perdidos cuando me robaron aquel portátil, incluyendo -los milagros existen- mi Caligrama… aquel loco experimento en el que mezclaba matemáticas de mosaico y texto escrito (el autoCAD echando humo de tanta palabra parriba y pabajo, derecha izquierda diagonal giro… para eso los señores de Autodesk no lo habían preparado)

        Luego les llegó el turno a los cds...
        2 rotos ¿ya no garantizan estas cosas de por vida?
        1 una película
        1 música en mp3
        1 trabajos de la escuela en Macintosh, memorias en general de proyectos que luego fotocopiaba en papel torreón verde gris y pegaba en un lado del papel DIN caballo 109, junto a los trazos de tinta fresca, aguada y planos más lejanos en grafito. A veces, cuando no me cabían en el caballo, seguía las líneas por encima del torreón, invadiendo el territorio de la memoria –si, lo confieso yo soy de esa generación que aún dibujó con las manos-.
        1 jorroña que jorroña* mis primeras fotos guarras bajadas de la red. Vaya, vaya… -Creo que más de uno estará de acuerdo conmigo en que antes del mp3 y los blogs, la única utilidad de internete para el ciudadano medio era poco más que el email, chatear y echarse sus ratillos en book-mark.com (gracias Mark, cuántos años sin fallarnos). El que tire la primera piedra…
        Y ahí, de nuevo, si, ahí, justo ahí, al lado del Messenger Versión Cretácica… siiiiii, oh, ah uh, hoy es mi día, eureka: Más Textos Perdidos en el Tiempo y el Olvido, más Papelotes, más Declaraciones de Amor-pero-no-es-amor-no-te-creas,-miniña,-que-solo-lohago-para-impresionarte, y-ojalá-te-derritas-mi-amor,-ojalá-quedes-enganchada-el-tiempo-suficiente-para-alcanzarte. Si: más, más sucios garabateados para mi exclusivo placer, y desahogo, más Bendiciones Vitalistas y Serpientes Enlatadas, más ironía, más inocencia, más ira, más jodienda, más, y limpios también, joder, Sagradas Versiones en Limpio de Ideas Que ya Ni Siquiera Recordaba.
         Vivan los soportes magnetizados y sus santos recovecos. Viva el sagrado caos de todos los armarios invisibles del mundo que salvan de las quemas y los formateos, de las averías y los virus, de los robos y otras tontas miserias humanas nuestros tesorillos enterrados como cápsulas del tiempo en la arena de los días.
        En el mundo de lo pequeño -y a veces de lo grande- pocos guardianes son tan eficientes que el despiste y el olvido. Voy a hacer una copia de mis notas esta tarde, en cd sin etiquetar, a guardarlas por ahí y luego voy a salir a olvidar lo antes posible donde las metí.

domingo, 26 de febrero de 2006

La lata bajo la lluvia


        Hay veces que un verbo de lo más tontorrón puede cambiar muchísimo según cómo se escriba… , puede de pronto volverse tierno, adorable, puede incluso volverse el culmen de la felicidad, traeyendo recuerdos de atrás o tirando ensoñaciones hacia adelante. Del mismo modo en que los verbazos suelen quedar a manudo tan insulsos. El gesto de escribir cambia la forma de las palabras, decide y da los acabados al lenguaje, termina de dibujar lo que los diccionarios solo perfilan…
        Por eso protestar es siempre protestar y algo más. Si no, no leeríamos libros ni escribiríamos nada, bastaría tener a mano el diccionario…

        Uno se la imagina así pequeñita, toda abrigada, un par de ojos asomados por encima de una bufanda, caminando de la mano del payo mientras no deja de escucharse la misma cantinela como acolchada tras la bufanda...
        Y el payo va todo feliz, pensando no veas qué coñazo, pues si llueve que se aguante, más verde para el campo joder… y qué más da, si estamos juntos qué más quieres, ay, la virgen qué tostón... Pero sabiendo desde lo hondo que no, que en verdad no quiere que se calle, por dios, que lleva todos estos meses escuchando llover así sin mas y los que le quedan, para ahora callar la retaila esta, retaila de su amor suyo, luz de su vida, flor de su corazón, ahí casi irreconocible dentro de sus abrigos.
Que para escuchar llover aunque sea todo bonito eso de escuchar llover, tiene todo el tiempo del mundo, pero para sacarla a esas calles solo tiene hasta que suba al bus y se vuelva por donde la trajeron. Así que por él, como si se pone a cantar la tabla de 7 en ruso si quiere, mientras no se suelte de su mano. Mientras no deje de mirarle con los dos ojos esos que asoman como un animalillo por encima de la bufanda, ya caliente, la bufanda, de tanto bufío y tanta exageración. La misma boca ahí dentro, la misma que le comía esta mañana mientras hacían el amor.
        Uno los imagina pasar calle abajo, llevándose su rumor, como al final de una película... Y todo porque la paya ha escrito “paseaba de la mano de... protestando por la lluvia” en medio de un post, y luego ha seguido como si nada. Saliendo del retrato en el que por un momento protestar se había convertido.

lunes, 20 de febrero de 2006

Material de derribo

¿Qué?, ¿Pincan?


        Hay veces que no decimos las cosas porque nos da vergüenza, y aunque nos morimos de ganas, nos callamos. Quizá porque tenemos miedo a que caigan al suelo y se pierdan como ese humo pesado de las películas de científicos, que cae formando de círculo que se desvanecea ras del suelo, bluuuuuf.

        Luego abro la boca, y digo algo que te sorprende, tu abres un momento los ojos más de lo habitual y yo siento como cuando estoy buceando y pasa una ola.

        Pero Dios nos hizo de un barro lleno de miles de arañas muertas.

        He estado a punto de traer un mecano a casa, con la idea de construir una máquina de hacer pompas de jabón. De esas que se van volando y que convierten por un momento la realidad en algo mágico, de esas que vuelven locos a los niños que las persiguen y las protegen apartanto todo cuanto sea posible de su camino, o van y las explotan sin saber realmente por qué.
        Al final no me traje el material. Me di cuenta de que una vez terminada la máquina apenas saldría por ahí a utilizarla un par de veces, y por otro lado, de que lo que me importaba tanto, no era tanto la máquina en si como la actitud de querer construir una máquina de hacer pompas de jabón.
        Entonces me pregunté si no había otra manera de hacer la máquina de hacer pompas de jabón. Lo único necesario era la actitud que uniendo elementos convencionales, producidos en serie o inventariados, del mismo modo que bielas y tornillos para construir una máquina de hacer pompas de jabón, uniendo por ejemplo, líneas determinadas, colores, palabras que vienen en los diccionarios sueltas pero en orden, infatigables, unas detrás de otras... letras que unidas al teclear se leen y dan sonidos que se estructuran por un segundo en el aire, y comienzan a correr, a tomar formas que se hacen y se deshacen como persiguiéndose, apoyándose, entre los ínfimos recovecos del aire y el tiempo...
        Tocar este teclado como si fuese un piano.
        Un ingenio que la tocara a ella como la toca un día la felicidad concreta, pequeña, y si, pasajera también, pero real, de topar con una máquina de hacer pompas de jabón.
        Si yo llegase a construirla, la llamaría el Bubbl-o-matic.

        Hoy he visto una mosca vestida de boda y una mantis con un sacacorchos. Ha pasado de largo sin darse cuenta de que casi la piso. Por eso me he apresurado en llegar a casa. Me he dicho: hay que darse prisa, mira por donde van estos ya.

        Y entonces, veo que alguien he puesto a mi bailarina imantada una cola de lobo, y sé que en cuanto intente bailar, no podrá con ella y la inercia la tirará al suelo.

        La verdad ¿cuánto tiempo le habrá llevado a la mantis…


miércoles, 15 de febrero de 2006

Vamos

        Se fue hacia los árboles de vuelta a casa dejando tras de si el ancho cielo, el susurro de las voces del viento en el trigo encorvado.

(_ _ _ _ _ _    _ _ _ _ _ _,    "_    _ _ _ _ _ _    _ _ _ _")

miércoles, 8 de febrero de 2006

Si yo tuviese una radio...

…un instant précis.

“Señores escuchantes. No se pregunten por qué, pero la próxima vez que corrijan sus obras, revisen sus textos intimistas, o repasen sus esculturas… prueben a hacerlo escuchando My Way de Frank Sinatra. No es una broma.”

martes, 31 de enero de 2006

La estampa

        En una madrugada cualquiera, a esa hora en que, por ejemplo, el jueves se hace viernes, un coche anónimo atravesaba las Andalucías por la A-92 entre Granada y Málaga… en una de cuyas ventanas traseras podía verse, cual teta pequeña y bien dura, el bulbo azul de un paraguas abierto. En el interior, su ocupantes casi desnudos, maldicen, ríen a la vez, se regañan, se abrazan, se consuelan o se burlan unos de otros, y se cagan en la madre que los parió… y esas cosas en fin, propias de las noches en que te pasa eso que dicen que “a veces pasa pero que no, que aún no conoces a nadie que realmente le haya ocurrido”.
        Así pues mientras muchos de vosotros dormíais , estudiabais, echabais una copa, un cigarro, un quiqui o un truño, jugabais a la play, veíais la tele o simplemente luchabais contra el insomnio, un corsa gris atravesaba raudo y veloz la madrugada con un paraguas por ventana. Y en su interior podría verse, de no haber sido su magnífica velocidad, a Golfo conduciendo, en calzoncillos blancos, camiseta de manga larga, deportivas casual embarradas, un único calcetín -el derecho, marrón-; a su lado, E fumando para no caer rendida, ataviada con un pantalón vaquero que a los ladrones no debieron satisfacer demasiado y una camisa de noche de esas que se atan tras en cuello y que se ve que tampoco era del gusto de aquellos cabrones…
        En los asientos traseros: a la derecha Manolo Il Corpo vestido con sus calzoncillos, el jersey de cuello vuelto de Golfo y sus zapatos, preciosos por cierto, porque el manolo tiene no poca clase, aparte de una maestría epatante en la cocina.
        A su lado, pero muy pegado a Manolo, el gran Willi DeFire intentando no pincharse el culo con los cristales de la ventana reventada, vestido únicamente con el abrigo de E puesto del revés –la cremallera en la espalda- para taparse bien el cuerpo, y un jersey atado a la cintura por detrás, cual indio comanche, para protegerse las pelotas del frío infernal que se colaba por la ventana sin cristal del coche, a pesar del paraguas que firmemente sujetaba contra la ventana para que el efecto Venturi no lo succionara al exterior y se lo llevara volando a las tinieblas… Lo mejor fue ver un hora después llegados a nuestro destino (160 kilómetros más tarde, decidido unánimemente por ser el único lugar de este basto país en el que podíamos usar las llaves que por casualidad aparecieron en la guantera) al Willi bajarse del coche con el abrigo al revés cual camisa de fuerza, cremallera abierta dejando su espalda desnuda, y ese culillo adorado por todos sus amigos, al aire, ahí es nada: tan blanco, tan prieto y redondo como una luna sobre la acera, tan tierno y viril.
        Por si alguna vez os habían dicho que en las termas de santa fe a veces roban los coches mientras la gente chapotea inconsciente en el barro caliente a la luz de las estrellas, debéis saber que no os han mentido. Y es que no me cansaré de decirlo… ¿para qué quieres el vacío de las leyendas, si tienes el vertiginoso misterio de lo lo real?


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