viernes, 26 de diciembre de 2003

Siete pequeñajos armando ruido pueden ser muy monos, pero no por día y medio... por eso, el día de navidad siempre había un alma caritativa que nos llevaba a todos al cine, para dejar que la abuela de despejase, para salvar la no se sabe por qué pero siempre soleada tarde del 25. Así que nosotros adoptamos la tradición y ayer tarde los 7 gremlins ya con veinticinco años se encaminaban otra vez hacia el cine...
Una de las cosas que me pasaron por la cabeza fue si yo tendría cojones de tomármelo como esos chavales se lo toman, los de la planta cuarta... si no me vendría abajo, acojonado, si no me dejaría vencer. Porque eso pasa, y aunque muchos medicos no lo reconozcan, lo saben: que las vísceras y las células tienen como unos oidillos que si no te escuchan el “no pasarán”, ellos tampoco ofrecen resistencia, que si uno se empeña en vivir tiene ya un porcentaje de la batalla ganada... y si no, pues a veces no se puede hacer nada, y uno empieza a morirse como arrastrado por la marea. Porque el cuerpo, aunque parezca un objeto que sostiene el cerebro con el alma dentro a lo Pogüer Ranller, toma sus propias decisiones y al colón, a la médula, al lucero del alba, hay que tenerlos bien convenciditos y hacerles sentir partícipes de eso que se llama Creer En Uno Mismo... que no se reduce a la cabeza. Hay que creer con todo el ser, hasta que, como el Calígula de Camus, puedas sentir tu verdad con todo su sabor en la boca. Así hay que creer... si tienes el valor, claro.
El caso es que yo me preguntaba si tendría esos cojones, si no me dejaría amedrentar... y la verdad es que cuando al final de la película se confrimaron mis sospechas, me dije: entonces, si que se puede, y sonreí más fuerte.
Otra cosa que se me pasó por la cabeza es que quizá mi admirado Ballesta estaba muy bien, como siempre, tan tan bien que me llamaba la atención sobre los demás, y eso, pensando en el ideal de homogeneidad de calidades, pues me chocaba, la verdad. No sabía si se eclipsaban como personajes o como actores. En definitiva: era el sobrao del grupo y le habían dado el papel de sobrao, o sea, que estaba sobrao con el papel de sobrao... luego me dije “no me seas gili, lo que pasa es que tu no sueles soportar a los sobraos y así tas perdio a más de uno que merecía la pena, merluzo”. Me di cuenta entonces que si algún día fuera mi ocasión, ante un personaje así, yo me comería mi orgullo y me pegaría a él como una lapa y aprendería a aguantar sus chorradas como él las mías, y no dejaría escapar todo lo que alguien así está ofreciendo. Habría que ser desagradecido. Que no haber nacido para sobrao es mi problema, pero una vez nacío la vida es problema de todos, pongamos algo de nuestra parte, leche!
“tio, es como en la escalada, en el momento más chungo, son las grietas pequeñas las que te van a salvar”...
(...) (Joer, la cara que ha puesto, a lo mejor esta vez me he pasado con mi manía de las metaforillas....)
En verdad no deja de ser el mensaje que siempre hay en lo bien hecho, sobre todo últimamente, con las Amelies y demás. Esas típicas y no por ello menos loables actitudes de cualquier época en la que amenaza un mundo global e indiferenciado... Que la vida son los detalles, lo pequeño, lo aparentemente insignificante, lo que el gran monstruo no puede ver... pero lo que hace diferente a Planta Cuarta es que plantea las cosas desde una perspectiva real, dentro de lo jodidamente posible con posibilidad de convertirse en vitalmente posible: a todo el mundo le puede dar un cáncer, y todo el mundo puede verse mutilado por la vida o confinado en un hospital, o en una minusvalía, todo el mundo puede verse en el infierno, pero todo el mundo puede aprender la actitud necesaria, encontrar el humor que además de gratis, es lo que al final vale... pero a ver quien se cree que con un sueldo de camarera se puede vivir sin compartir un apartamento en Montmartre y encima con ese baño de 9 metros cuadrados.

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